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Sobre la pedagogía crítica

El nuevo paradigma es el de la autoconstrucción personal y comunitaria. Una autoconstrucción que se va urdiendo a través de las elecciones que las personas vamos haciendo a todo lo largo de nuestra vida. Es en la decisión y en la elección donde el sujeto, individual o colectivo, se hace más sujeto.

Que la pedagogía tenga, como nos enseñó Freire, una importante dimensión política no significa que sea sólo política o que se confunda con ella. Es más, para construir una pedagogía (social) sólida que resulte eficaz y útil para las personas, grupos y comunidades, a las que acompaña en sus procesos de construir unas vidas dignas de ser vividas, hay que distinguirla claramente de aquella. Herman Nohl decía que la pedagogía y la política son como la expiración y la inspiración. Pero que estén contingentemente interconectadas no significa ni que sean lo mismo ni que cumplan unas mismas funciones. Eso es algo que, desde mi punto de vista, no ha entendido nunca la pedagogía crítica.
La pedagogía crítica es una pedagogía polarizada y simple. Habla de nosotros, los emancipados, o los que nos vamos emancipar a través de la educación, y de ellos, los que nos lo impiden u obstaculizan; aquellos contra los que lo tenemos que lograr. Desde mi punto de vista, la pedagogía crítica es una ideologización simplista y maniquea de la pedagogía que se basa en la confusión o identificación entre la pedagogía y la política. Nos dice que hemos de luchar por liberarnos y emanciparnos de los que nos oprimen, pero no nos dice qué hacer con nuestra libertad cuando la consigamos.
O quizás, lo que sucede es que parte de la base de que o bien no la vamos a conseguir nunca o bien de que ya sabremos qué hacer con ella cuando la consigamos. Cosa esta última que, como es notorio, la historia se ha ocupado de rebatir a través de las acciones de los revolucionarios que han llegado a ostentar el poder.
No se puede decir que la pedagogía crítica no haya tenido su sentido en la historia de la Pedagogía. Ha sido productiva y eficaz, ya que ha servido para denunciar situaciones de opresión social y educativa. También, porque ha contribuido a sensibilizar a la sociedad respecto el tremendo potencial de la educación para luchar contra las desigualdades sociales.
La pedagogía crítica no es, sin embargo, una teoría fuerte en el sentido de tener un alto valor explicativo o predictivo ni en el de posibilitar desarrollos teóricos o prácticos posteriores. Y no lo es porque es una teoría que podríamos denominar de la contra. Ha nacido contra un orden social (neoliberal) y educativo (relación vertical: educación bancaria) específico. Es una teoría que se define frente a un orden sociocultural y educativo determinado.
Los objetivos de la pedagogía critica no pueden focalizarse solamente sobre la emancipación por la misma razón que una revolución nunca puede ser una solución a nada; tan sólo, una acción que puede posibilitar un cambio en la situación precedente. Ambas, emancipación o revolución, representan visiones simples, cortas e inmediatas que acaban cuando se consiguen o cuando se realizan.
Las dos representan un cómo; nunca un para qué. La emancipación puede constituirse, sin duda, como un objetivo pedagógico o sociopedagógico pero, en todos los casos, ha de ser un objetivo instrumental, transicional y ha de señalar el sentido y la dirección: emancipar, para qué; para conseguir qué; para hacer qué. Sólo así puede hallar su sentido en el marco de la pedagogía social.
En una sociedad tan compleja como la nuestra, la liberación sólo puede ser un medio nunca un objetivo en sí misma. Como objetivo resulta siempre incompleta ya que no representa nunca un final sino un principio. ¿Qué hacemos con nuestra libertad recién adquirida? En la película “Cadena perpetua” hay un buen ejemplo de lo que quiero decir. Brooks un recluso que lleva 40 años en prisión sale libre y después de su primer día de trabajo no sabe qué hacer ni de sí mismo ni de su libertad. Su vida ha perdido el sentido que en otro marco, el de la prisión, había tenido hasta aquel momento.
La frase que graba con una navaja en la viga de la que se cuelga (Brooks was here) no es sino un pobre consuelo que recuerde a los demás que fue libre, aunque sólo fuera un día. Una frase que sólo nos habla del fracaso de una libertad mal entendida y mal administrada.
Hay que generar una nueva pedagogía que sea en sí misma y por sí misma, que no renuncie a ningún aprendizaje previo ni a los anclajes, artefactos y socioculturas que los posibilitan pero que no deba nada a nadie ni vaya contra nadie. El nuevo paradigma, mucho más complejo que el de la opresión o el de la crítica, es el de la autoconstrucción personal y comunitaria. Una pedagogía que no es sólo para o del aprendizaje; una pedagogía que es de o para la vida.
El objetivo es construirse como sujeto y eso supone, entre muchas otras cosas, capacidad de elección y criterio. Una autoconstrucción que se va urdiendo a través de las elecciones que las personas vamos haciendo a todo lo largo de nuestra vida. Es en la decisión y en la elección donde el sujeto, sea individual o colectivo, se hace más sujeto. Es a través de ellas que las personas y las comunidades nos convertimos en protagonistas de nuestra historia; en creadores de nuestras propias vidas. Esos son los objetivos que persigue una pedagogía social actualizada, ajustada a las realidades que nos ha tocado vivir.

Xavier Úcar


  
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