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Un pedagogo portugués escuchado en España

El Portugal anterior a la I República tuvo la suerte de poder escuchar y leer reflexiones educativas muy razonables, con frecuencia críticas, sobre la desorientación que se cernía sobre la educación del pueblo portugués, sus programas e instituciones. Una de estas voces, tan respetables como queridas y necesarias, fue la proclamada por Adolfo Coelho. Escuchemos sus reflexiones, que nos resultarán muy provechosas hoy como lo fueron para los educadores y lectores españoles de su artículo del año 1903.

Adolfo Coelho (1847-1919) fue un espíritu republicano, es decir, partidario de la libertad, de los derechos del ciudadano, del hombre y de la mujer, y de la escuela y la educación como claves de orden y regeneración de un depauperado e inculto pueblo portugués. No fue tanto militante de partido, cuanto defensor del espíritu de libertad, de la razón y la educación como instrumentos de convivencia y progreso. Y todo ello era algo casi exótico e inaudito en la sociedad portuguesa de fines del XIX e inicios del XX. Sin embargo, cuando se dan las condiciones políticas para la caída de la monarquía y la implantación del régimen republicano, a partir de 1910, Adolfo Coelho va a erigirse en uno de los intelectuales portugueses que más influencia ejercen sobre las acciones de gobierno de los republicanos, y en concreto las de tipo educativo, con fundamento pedagógico.
Hace ya más de cuatro décadas que nuestro añorado Rogério Fernandes, todavía con un “Estado Novo” fuerte y activo, riguroso inquisidor de las libertades, dedicó páginas muy bellas a descubrir esta figura tan señera y meritoria del espíritu republicano y progresista portugués. Remitimos sin más a su trabajo de 1973 dedicado a las ideas pedagógicas de Adolfo Coelho.
Lo que seguramente no es tan conocido entre educadores e historiadores portugueses es que nuestro autor mantuvo frecuentes e intensas relaciones de amistad y de reflexión pedagógica compartida con los sectores que en España también abogaban por algo muy semejante a lo que defendía Coelho, como era la regeneración a través de la educación y la escuela.
Y ahí es donde se encuentran sectores de la Institución Libre de Enseñanza, abiertos a todo tipo de aires nuevos y renovadores, como en este caso eran los que representaba el pedagogo portugués. Por ello no debemos extrañarnos de que sea un autor y escritor escuchado y publicado en las revistas más innovadoras de la España de hace un siglo, como por ejemplo el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE), donde publica varios e importantes artículos, siempre con la anuencia de Giner de los Rios, Pedro Blanco Suárez y M.B. Cossio, guías pedagógicos de la ILE.
Hace no muchos meses releía un artículo de Adolfo Coelho publicado en 1903 en el ya citado BILE, que nos parece de gran actualidad y que invita a una serena reflexión. Se titula Los fines y los medios de la educación popular. De ahí entresacamos un par de ideas que nos parecen centrales y esclarecedoras para la nebulosa que cubre nuestra mente colectiva, en una sociedad donde se pisotea lo central de la educación y se apuesta por el fomento del utilitarismo individualista, bestial y pragmático, que nos corroe precisamente a través de un estilo educativo ultracompetitivo y salvaje.
Retomando alguna idea pedagógica de procedencia alemana, nos dice Coelho que debe conocerse el fin antes de emprender el camino, y por lo tanto que no vale cualquier camino o instrumento para obtener un determinado objetivo educativo. Una acción reflexiva y una reflexión activa en educación son parte de la solución del problema.
Y sobre todo si se aplica al fin primordial de la educación, que, según él, no puede ser otro que el de formar hombres y mujeres en el amor, la justicia, la verdad.
Son estos tres principios sustanciales del ideario republicano en cualquiera de sus expresiones sociales y políticas. Y son aplicables al Portugal de entonces y a la España de principios del siglo XX, que tanto precisaban de regeneración moral, social, de solidaridad, de justicia y de apuesta por la verdad. Es el fin, no otro, que el ideal educativo de los grandes pedagogos de la historia, y desde luego de los más firmes defensores del espíritu republicano.
¡Cuidado para nosotros en la hora presente! Escuchemos las reflexiones de Coelho, que nos resultarán muy provechosas hoy, como lo fueron para los educadores y lectores españoles de su artículo del año 1903, hace ahora algo más de un siglo. Adolfo Coelho sigue siendo actual.

José M. Hernández Díaz


  
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