La educación ha de ponerse al servicio de las personas y no de los mercados. La educación ha de plantearse la búsqueda de la solidaridad y de la equidad. Para ser ciudadanos tenemos que saber manejar el dinero con criterio y tener una ética del consumo.
Vivimos en una sociedad mercantil. En ella cada persona es ‘un ser que compra’, un ser encaminado al lucro para poder hacerlo en las mejores condiciones, que va a la suyo siendo lo suyo disponer de bienes suficientes para moverse con libertad y holgura en el mercado. Cada día que pasa pretenden que seamos más clientes. Me contaba una profesora de Educación Infantil en Santiago de Compostela que había puesto a los niños el primer día de clase una pegatina en la espalda con su nombre para poder llamarlos si no les veía la cara. A uno de ellos se le cayó la pegatina, la recogió del suelo y se presentó a la profesora diciendo: – Seño, se me ha caído el precio. Todo tiene un precio en la sociedad del mercado. El niño entendió que aquella pegatina indicaba lo que él valía. Como cualquier otro objeto. Lamentablemente, la educación se pone al servicio de la economía formando buenos trabajadores para el mundo de la empresa. Y la buena educación consiste en formase para tener un buen empleo. Desde esta perspectiva, habría que cambiar la consabida expresión de ‘a vivir, que son dos días’ por la más certera y precisa ‘a comprar, que son dos días’. Porque vivir es comprar y comprar es vivir. Cómo disponer de medios para prosperar en el mercado en el que hemos convertido el mundo? A través de una educación que resulte, a la postre, rentable. Las fechas navideñas, por ejemplo, se han convertido en maratones de consumo. La publicidad (que nos instiga dos meses antes) empuja con fuerza hacia las compras. Los lemas que podrían presidir la vida son ’tanto compras, tanto vales’, ‘tanto tienes, tanto eres’. Por si fuera poca la presión cotidiana, el comercio maneja otras fechas especiales para la compra: día de la madre, día del padre, día de San Valentín, día del amigo, onomástica, cumpleaños... Pero aún se puede rizar el rizo e incorporar ocasiones superespeciales de compra: Black Friday, Halloween, rebajas, ofertas, saldos... Compra o muere. Compra o púdrete. Son los lemas del mercado. El eje de la vida es el comercio. Todo nos arrastra hacia las compras.
Cuatro condiciones. Para comprar mucho y comprar bien tienen que darse cuatro condiciones. La primera es que hay que tener (o sentir) necesidades. Y cuando no existen, se pueden crear, se pueden inventar. Decir ‘necesidad inventada’ es como decir “nieve frita”. Por eso hay especialistas en crear necesidades. Lo veo de una forma palmaria en los niños y las niñas. La publicidad les lleva a la compra. En el patio del colegio muestran los objetos que han adquirido, dejando claro que quien no esté al día en las últimas novedades, es un fracasado. Resulta increíble comprobar cómo se suceden las modas, cómo se imponen los objetos codiciados, las colecciones que necesitan una atención y una inversión constante. La segunda condición, imprescindible también, es que para comprar hace falta dinero. Todo cuesta dinero. Los escaparates se convierten (sobre todo para los niños y las niñas pobres) en una cruel invitación. ‘Mira todo lo que hay aquí, pero no es para ti’, se burlan los escaparates de los niños pobres. Qué pasa con el que no tiene dinero? Se convierte en testigo frustrado del gasto de los demás. La tercera condición es que para comprar hace falta información. Cada vez hay que comprar con más tiento. Hace unos días me acerqué al supermercado. Tengo delante un envase de leche y recojo a continuación algunas indicaciones que aparecen en el exterior: alto contenido en fibra; baja en grasa; vitamina A-D-E; ácido fólico; sin gluten; valor energético; proteínas; cha de caducidad; el envase protege las propiedades nutricionales... Podría seguir. Más de cuarenta indicadores. Qué sucedía antes? Cuando pasaba el lechero le encargabas dos litros de leche. Y punto. Como fui consejero de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) recibo todavía la revista Compra Maestra. Resulta increíble lo que hay que saber para no perderse en las calles del mercado. En cuarto lugar, para comprar hace falta tiempo. Como no se dispone siempre de él, el mercado dá muchas facilidades para comprar de forma rápida y eficaz. Puedes comprar sin moverte de casa, puedes tener lo que deseas casi al instante.
Pobres pobres. Todos somos compradores compulsivos en este gran mercado en el que hemos convertido la vida para una parte de los mortales. Digo esto porque hay otros que contemplan esta feria desde la pobreza, desde la carestía más brutal, desde la miseria absoluta. Son los desheredados de la tierra, los excluidos. Pobres pobres. Hay que pasar de la condición de clientes que orbitan sobre la esfera del dinero a la condición de ciudadanos que orbitan sobre la esfera de la dignidad. La educación ha de ponerse al servicio de las personas y no de los mercados. La educación ha de plantearse la búsqueda de la solidaridad y de la equidad. Para ser ciudadanos tenemos que saber manejar el dinero con criterio y tener una ética del consumo. Tenemos que aprender a votar con la cartera.
Miguel Santos Guerra
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