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Dos repúblicas pedagógicas

Las repúblicas ibéricas fueran interrumpidas por proyectos políticos de corte autoritario y fascista. Sus iniciativas educativas innovadoras se ven erradicadas y sustituidas por modelos pedagógicos ultra-conservadores y nacional católicos.

Portugal conmemora este año el primer centenario de la proclamación de su Primera República en 1910. España recordará en 2011 los ochenta años del inicio de su Segunda República (1931).
Tal conmemoración política y cultural nos parece una oportunidad magnífica para preguntarnos también si en ambos proyectos republicanos subyace alguna vía de conexión educativa, y qué posición ocupa en ellos lo pedagógico como factor transformador de las sociedades ibéricas.
El punto de partida educativo para ambas repúblicas en el momento en que nacen, en especial lo que se refiere a la escuela primaria y la educación popular, era muy preocupante, pues ambas sociedades ibéricas arrastraban desde el siglo XIX una terrible penuria alfabetizadora, adolecían de un mal de fondo: la correcta atención al derecho básico de la escolarización obligatoria para los niños comprendidos entre los 6 y los 12 años de edad. La escuela primaria fue la principal preocupación de ambas repúblicas, y su esfuerzo fue realmente muy meritorio, a pesar de las enormes dificultades que tuvieron que superar.
España comenzaba a vivir los efectos favorables de un gran despertar cultural, literario y estético, en la llamada Edad de Platade la cultura, antes ya de 1931. La Segunda República española tratará de afianzar ese proyecto cultural, debido en gran medida a sectores filo-institucionistas. Portugal también mostraba, antes de 1910, algunas tímidas señales de propuesta de cambio, que van a tener buena acogida en el programa cultural de los republicanos.
Los pedagogos portugueses más nombrados (Bernardino Machado, Adolfo Coelho, Teófilo Braga), coetáneos y muy amigos de la generación de Francisco Giner de los Ríos, M.B. Cossío [Manuel Bartolomé Cossío], Labra, Pedro Blanco, y tantos otros, aparecen más directamente implicados en la primera fila política de la Primera República portuguesa que los pedagogos y profesores españoles, promotores de la Institución Libre de Enseñanza y en buena medida inspiradores intelectuales más lejanos de la Segunda República española. Pero pocos años después, los denominados hijos y nietos intelectuales de Giner, profesores y maestros españoles (Marcelino Domingo, Lorenzo Luzuriaga, Fernando de los Ríos, Luís de Zulueta, Rodolfo Llopis y muchos más), son los que asumen también un compromiso político directo en las tareas de gestión de la Instrucción Pública de la Segunda República, desde 1931 hasta el final de la guerra civil en 1939.
Los dos proyectos pedagógicos republicanos de portugueses y españoles, cada uno en su momento, están muy influenciados por algunas de las reformas escolares implantadas a partir de la III República francesa, por Jules Ferry de 1881-1882, y las propuestas pedagógicas de Fernando Buisson, entre otros. Si la Francia republicana consigue dar un salto de magnitudes enormes en el número y calidad de sus proyectos escolares, sus éxitos reales van a convertirse en espejo donde mirar-se y aprender los republicanos portugueses y españoles.
Pero primero es la república portuguesa, aplaudida por los sectores progresistas españoles, no sólo republicanos. De inmediato son contempladas con expectativa y cariño las propuestas de reforma escolar que emergen de los republicanos portugueses, y que se convierten en el núcleo de la reforma política republicana. Tales propuestas de mejora educativa van a ser estudiadas y defendidas en España, y van a ser tenidas en cuenta a la hora en que se produce el triunfo electoral de republicanos y socialistas en 1931.
Resulta aleccionador comprobar de la mano de la historia cómo los proyectos políticos republicanos en Portugal y España sitúan la educación, la pedagogía, la cultura popular en el corazón de su proyecto político. Su tesis de fondo se asienta en un argumento central y clarividente: la república sólo es viable con el compromiso político de los ciudadanos (españoles o portugueses), pero éstos deben estar educados y políticamente formados. Por ello el proyecto político asentado en la ciudadanía sólo sería viable contando con la educación, situando a la pedagogía en el corazón de la república.
Fue lamentable que las dos repúblicas ibéricas, cada una en su momento, fueran interrumpidas por proyectos políticos de corte autoritario y fascista (Estado Novo y Franquismo). Sus iniciativas educativas republicanas e innovadoras se ven erradicadas y finalmente sustituidas por las propias de sendos modelos pedagógicos ultra-conservadores y nacional católicos. El clima dominante en el mundo en los años 20 y 30 era claramente propicio a modelos fascistas y reaccionarios, que no aceptaban el riesgo de opciones críticas y alternativas de orientación popular, republicana y menos aún socialista y anarquista.

José María Hernández Díaz


  
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