En la democracia es fácil hacer uso de los derechos que asisten
a todos los ciudadanos. Es menos frecuente aludir a los deberes que tenemos que
cumplir en beneficio de todos.
Los parásitos del erario público reciben lo más posible sin aportar nada. Si
los parásitos son muchos, tendrán que ser los restantes miembros de la sociedad
quienes carguen con las consecuencias de esas actitudes incívicas.
El caso más grave es el de los polizones privilegiados que se sirven de su
cargo para beneficiarse al máximo, sin aportar nada a cambio. Puestos en ese
lugar por la democracia, se permiten utilizarla en su exclusivo provecho. Todos
conocemos el caso de personas que, aprovechándose de su posición, comen gratis,
viajan gratis, se hacen regalos (a sí mismos o a sus amigos) completamente
gratis... Con el dinero de todos, claro.
Los polizones sólo saben conjugar el verbo recibir. Se han olvidado del verbo
dar. Un cuento popular chino dice que el ministro de cobrar los impuestos fue a
lavarse los pies a la orilla de un estanque y, por descuido, cayó al agua. De
inmediato acudió un grupo de personas que, deseando ayudar al ministro, le
decían:
- ¡Denos su mano!
Aunque se estaba ahogando, el ministro no alargaba la mano. En ese momento pasó
por allí Afanti y, tras observar lo que ocurría, se acercó y gritó:
- ¡Excelencia, tome mi mano!
Al instante, el ministro se aferró a la mano de Afanti y salió del estanque.
Como todos los presentes se mostraron asombrados, Afanti explicó: El ministro
encargado de cobrar los impuestos no sabe el significado de la palabra dar. Él
sólo entiende de tomar y recibir.
El polizón social se beneficia de las ventajas de la democracia, sin contribuir
en nada a construirla y sostenerla. Podríamos poner miles de ejemplos.
Trabajadores que no aportan ni un céntimo a un sindicato, que no gastan ni una
hora de su tiempo en reuniones, que no se apuntan a ninguna huelga, pero que
luego se benefician de todas las conquistas sindicales. Estudiantes que jamás
formulan una protesta, que no firman un escrito, que no asisten a una reunión,
que no se presentan a un puesto de representación..., pero que luego son los
primeros en apuntarse a los logros que otros consiguieron. Socios que ven cómo
sus compañeros preparan con rifas, partidos, películas, etc., el viaje al que
ellos luego se apuntan recibiendo una parte de los beneficios obtenidos.
Algunos se cuelan en la fiesta de la democracia y se acomodan en ella como
auténticos gorrones, pretendiendo aprovechar todos los beneficios que reporta
pero sin hacer el más mínimo esfuerzo por mantenerla. Han heredado una
situación por la que nunca lucharon y a la que ahora en nada contribuyen a
sostener.
Tengo una gran admiración por personas de nuestra historia reciente que
vivieron muchos años en la cárcel y padecieron una persecución que ahora trae
sus frutos. Ahora existe una democracia (ya sé que en muchos aspectos es
todavía un sistema de convivencia meramente formal) que es el fruto de muchas
lágrimas, de muchos sacrificios, de mucha sangre. Este sistema se mantiene
porque muchos hombres y muchísimas mujeres se empeñan cada día con su trabajo,
con su esfuerzo, con su ejemplo, en que se desarrolle y se perfeccione.
Otros, lamentablemente, se cuelan sigilosamente en cualquier lugar del barco de
la democracia y, sin pagar ningún billete, se benefician de la comida que otros
compran y preparan, de la limpieza que otros hacen, de las actividades que
otros organizan y de los conocimientos que otros tienen para conducir la nave a
buen puerto. El colmo es que, algunos de estos numerosos polizones, alardeen de
lo inteligentes que son al viajar gratuitamente de forma tan cómoda. Es gente
que Francis Bacon define de una forma elocuente: "Serían capaces de pegar fuego
a la casa del vecino para comerse un huevo frito". No sé si me dan más rabia
que pena o más pena que rabia. Brindo al lector este lema: Que la democracia
sea mejor porque tú vives en ella.
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