Página  >  Edições  >  Edição N.º 188, série II  >  La pedagogía social como programa político

La pedagogía social como programa político

Si educación es transformación de una realidad en el sentido de cierta idea mejor que poseemos y la educación no ha de ser sino social, tendremos que la pedagogía es la ciencia de transformar las sociedades. Antes llamábamos a esto política: he aquí, pues, que la política se ha hecho para nosotros pedagogía social y el problema español un problema pedagógico.
[Ortega y Gasset, 1910]

El 12 de marzo de 1910, en la Sociedad “El Sitio” de Bilbao, un histórico foro del liberalismo vasco, por el que han pasado como oradores algunas de las figuras más relevantes de la vida pública española de los últimos 130 años, José Ortega y Gasset (1883-1955) nos legaba uno de los lemas más emblemáticos de cuantos han acompañado los avatares de la Pedagogía Social desde los inicios del siglo XX hasta la actualidad: La Pedagogía Social como programa político. Y, con él, la inequívoca necesidad de vincular la educación al quehacer político y moral que los ciudadanos han de adquirir consigo mismos y con la sociedad que los acoge.
Hablamos de un Ortega y Gasset joven, atraído por las ideas filosóficas del neokantismo, cultivado en la Universidad alemana de Marburgo al amparo de las enseñanzas de Hermann Cohen (1842-1918) y Paul Natorp (1854-1924), en una estancia realizada en el curso académico 1906-07. Un Ortega que impartirá lecciones de Pedagogía Social en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid tomando como referencia los textos de Natorp, el primer autor que sistematizará y divulgará científicamente sus contenidos con la publicación, en 1899, de su obra «Sozialpädagogik. Theorie der Willensbildung auf der Grundlage der Gemeinschaft».
Cuando la Educación Social, a la que identificamos como el objeto de estudio formal y abstracto de la Pedagogía Social, está adquiriendo un creciente protagonismo en los estudios universitarios de Grado y Posgrado en el Espacio Europeo de la Educación Superior (EEES), prolongado en líneas de investigación y desarrollos profesionales de amplio recorrido temático, volver a las palabras que Ortega y Gasset pronunciaba hace ahora cien años, va mucho más allá de un simple – y, sin duda, merecido – testimonio histórico, al que avalan, hoy como ayer, la relevancia de sus argumentos, en clave política y pedagógica.
En los escenarios de la política, su afán de entonces y el nuestro de ahora por observar a Europa y a sus realidades nacionales como una tarea a cumplir, un problema a resolver, un deber… Al que las reiteradas crisis han ido laminando en sus múltiples tentativas de construir un proyecto civilizatorio más inclusivo y compartido, por mucho que se haya avanzado en la apertura de sus fronteras interiores o en la integración de algunas de sus estructuras más visibles en el orden político, económico y social. Una Europa a la que Ortega veía como solución de los males de España (también de los que afectaban a otros países), haciendo de su regeneración un deseo y de la europeización – que no del eurocentrismo – el medio de satisfacerlo.
Y en el terreno de la pedagogía su anhelo, con el que también coincidimos, de ver satisfecho el ideal de una educación quetranscienda al individuo biológico para hacerlo partícipe del tejido social que abarca la familia y la ciudad, el aire de las calles y de los paisajes. O, más aún, de un espíritu democrático que ha de llevar a cada comunidad y a todos los pueblos a constituirse en auténticas escuelas de humanidad. Lo expresaba Ortega y Gasset rescatando las visiones profundas de Platón, cuya pedagogía – social – parte de que “hay que educar la ciudad para educar al individuo”, y las genialidades de Pestalozzi, para quién la escuela “es sólo un momento de la educación: la casa y la plaza pública son los verdaderos establecimientos pedagógicos”.
No estamos muy lejos de esta paideia, vieja y nueva a la vez, que nos recuerda cotidianamente que la vida educa densa e intensamente. Que muy a menudo lo hace allí donde la “ejemplaridad pública” (Gomá, 2009) posibilita que la individualización y la socialización coincidan en un mismo proceso. Aunque, para lograrlo, debamos adentrarnos en las propuestas concretas y en las acciones tangibles. Algo que Ortega y Gasset, siempre atento a las incitaciones de su tiempo y a las misiones pedagógicas que deberían emprenderse, no supo traducir suficientemente en hechos…
Acaso porque su acción, más allá de sangrar por las heridas de cierto “aristocratismo” intelectual y social – que según Gomá inhabilita definitivamente la ejemplaridad orteguiana “para el proyecto de una paideia democrática” –, tenía otros horizontes y logros: los de un magisterio creativo, vitalista e iluminador, cuyos tránsitos por el conocimiento, el pensamiento y la palabra pocos alcanzaron como él. De igual modo que fueron y son pocos los que se atreven a referirse a la pedagogía como “la ciencia de transformar las sociedades”, aunque sean muchos los que expresen hasta la saciedad de la retórica que los nuestros son problemas pedagógicos.

José Antonio Caride Gómez

Universidad de Santiago de Compostela


  
Ficha do Artigo
Imprimir Abrir como PDF

Edição:

Edição N.º 188, série II
Primavera 2010

Autoria:

Partilhar nas redes sociais:

|


Publicidade


Voltar ao Topo