Página  >  Edições  >  N.º 125  >  El sentido ascendente de la democracia

El sentido ascendente de la democracia

LA DEMOCRACIA LOS HACE POSIBLES LOS CASOS DE CORRUPCIÓN, PERO TAMBIÉN PERMITE CONOCERLOS, DENUNCIARLOS E COMBATIRLOS.

Estamos inmersos en un clima que se ha dado en llamar corrompido. Y hay quien, a raíz de esta situación, pone en tela de juicio la democracia frente a otros sistemas que ni siquiera permiten conocer si existe corrupción. Pues bien, la dictadura está en sí misa corrompida, es la corrupción institucionalizada. La democracia los hace posibles los casos de corrupción, pero también permite conocerlos, denunciarlos y combatirlos. Estos hechos, más o menos frecuentes, más o menos escandalosos no deben desviar la atención de los fenómenos más graves y complejos que la democracia tienen planteados. Problemas que están en las manos de todos, en las actitudes de cada uno, en lo que hacemos cada día.
Me refiero a la exigencia ascendente, al control democrático que se ejerce de abajo hacia arriba, no sólo en el momento de votar sino en la vida cotidiana de todos y cada uno de los ciudadanos. El discurso descendente, el control jerárquico es propio de la dictadura pero lo más característico de ese régimen es que está aherrojada la voz, destruida la libertad y cortados los caminos de dirección ascendente. Lo característico del sistema democrático es ejercer el derecho a la exigencia desde abajo hacia arriba como una práctica habitual, favorecida por el poder (no sólo tolerada), garantizada por las instituciones, ejercida de forma abierta, clara  y continua por los ciudadanos.
Es fácil que a raíz de todos estos casos de corrupción aumenten los controles descendentes. ¿Cómo conseguir que nadie se lleve un duro, dicen los de arriba? Resulta que luego se sabe que mientras se ha ejercido con sumo celo el control del dinero de arriba hacia abajo, los que están más arriba aún se nos han ido con miles de millones sin que nadie se entere. ¿Por qué no controla el jefe al que tiene arriba y se dedica con tanto empeño a controlar a los de abajo?
Pondré como ejemplo el sistema escolar: El Ministerio controla a la Delegación Provincial, la Delegación a la Inspección, la Inspección a la Dirección, la Dirección al Profesorado y el Profesorado a los Alumnos. ¿Por qué no se invierte el sentido del control?  Existe un cortocircuito en el fluido ascendente del control. Y eso no es democrático. A los de abajo hay que ayudarlos. A los de arriba hay que exigirlos. Eso es lo complicado. Eso es lo importante. El que está arriba ayuda a los que están abajo y no se sirve de ellos. El que está abajo pide cuentas a los que están arriba y no les tiene miedo.
El discurso ascendente no se produce, a mi juicio, por diversas causas:
?  La falta de cultura de la participación democrática: Se ordena, se prescribe, se aconseja, se recomienda,. se sugiere (de arriba hacia abajo) sin que la consulta, el debate, la verdadera y auténtica participación se ejercite y desarrolle.
? La falta de sensibilidad de quienes mandan: Las autoridades no propician, no buscan, no desarrollan los mecanismos que permitan conocer, de forma efectiva, el sentir de los ciudadanos, sus preocupaciones y exigencias. Cuando esa opinión se produce de forma poco halagadora, poco favorable, el talante de algunos políticos impide que se siga ejercitando. No es difícil comprobar cómo se califica de crítica destructiva la que (aún siendo rigurosa) no es coincidente con la opinión del poder.
? Falta de valentía cívica: Hay quien piensa que expresar abiertamente una opinión desfavorable respecto a la autoridad acarreará consecuencias negativas. Y puede ser verdad. Pero es de pusilánimes aceptar sin más ni más esos temores.
? Falta de articulación de la sociedad: Muchas de las críticas y de las exigencias de los ciudadanos se diluyen en las charlas de café, en las tertulias de casino, en las conversaciones de sobremesa. Pero no se articulan en un discurso fuerte, elaborado, valiente y cooperativo.
? Falta de optimismo y esperanza. La suposición de que todo está perdido, de que nada cambiará, de que las cosas han sido, son y serán así por mucho que se luche y se exija, lleva al inmovilismo, a la pasividad, al desaliento, al individualismo y a la cobardía.
El miedo, el servilismo, la comodidad, hace que los súbditos no eleven ese discurso articulado hacia la autoridad constituida. Y, por supuesto que las exigencias no se formulen con la contundencia necesaria.
Pienso que el mejor modo de conocer la calidad del gobierno de una persona es comprobar si  desea tener satisfechos a los de arriba o a los de abajo. Hay pequeños mandos que son el prototipo de esa forma de ejercer el cargo: aduladores con los de arriba y déspotas con los de abajo. Esa repugnante actitud de sumisión hacia los superiores contrasta con la dureza de su exigencia hacia los inferiores. Yo les califico de miserables.  Lo verdaderamente democrático es servir a los de abajo y exigir a los de arriba. En lugar de servir a los de arriba y exigir a los de abajo.
La sumisión estúpida, la credulidad bobalicona, la falta de criterio propio, la carencia de valentía, son el cáncer de la democracia y la atrofia de la persona. "El ceño de la incomprensión - decía Mairena - es, muchas veces, el signo de la inteligencia, propia de quien piensa algo en contra de lo que se dice, que es, casi siempre, la única forma de pensar algo".
Si se utilizan las ideas de los que están arriba, si se aceptan sus mandatos de forma ciega, si no se exigen responsabilidades, si no se alza la voz, está envileciendo la democracia. No sólo destruyen la democracia los delincuentes de guante blanco. Lo hace quien hipoteca su cabeza, quien acalla su voz, quien renuncia a la lucha.
Una persona que tenía un sólo par de zapatos pidió al zapatero que se los arreglara mientras esperaba.
? Es la hora de cerrar, le dijo el zapatero, de modo que no puedo arreglárselos ahora. ¿Por qué no los deja y viene a recogerlos mañana?
? No tengo más que este par de zapatos, y no puedo andar descalzo.
? Eso no es problema: le prestare usted hasta mañana un par de zapatos usados.
? ¿Cómo dice? ¿llevar los zapatos de otro? ¿Por quién me ha tomado?
? ¿Y qué inconveniente tiene usted en llevar los zapatos de otro cuando no le importa llevar las ideas de otras personas en la cabeza?
Es preocupante tener en la cabeza  lo que han pretendido introducir en ella los de arriba. Es terrible pensar que sólo se alza la voz para decir a los de abajo que se callen. Es necesario levantarla para decir a los de arriba unas cuantas cosas. Sin miedo.


  
Ficha do Artigo
Imprimir Abrir como PDF

Edição:

N.º 125
Ano 12, Julho 2003

Autoria:

Miguel Ángel Santos Guerra
Professor Catedrático de Didática e Organização Escolar, Universidade de Málaga
Miguel Ángel Santos Guerra
Professor Catedrático de Didática e Organização Escolar, Universidade de Málaga

Partilhar nas redes sociais:

|


Publicidade


Voltar ao Topo