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La pedagogía como puzle

Qué es una teoría pedagógica: una teoría sobre la educación o una teoría sobre el aprendizaje? Una teoría sobre cómo se enseña o una teoría sobre cómo se aprende? Parece difícil que pueda serlo sobre ambas cosas ya que la enseñanza y el aprendizaje parecen ir cada uno por su lado en muchas situaciones pedagógicas o supuestamente pedagógicas. O es, acaso, que las teorías pedagógicas tan sólo se refieren a aquellas situaciones en las que la conexión entre la enseñanza y el aprendizaje resulta identificable de manera clara y transparente?
Probablemente sea en el marco de esta última cuestión en el que haya que ubicar a las teorías pedagógicas o de la educación. Son teorías que buscan conectar procesos de enseñanza con resultados de aprendizaje o que pretenden describir, analizar, ilustrar, interpretar o configurar aquellas conexiones; los contextos y factores que las posibilitan; y, por último, los resultados que de ellas se derivan. Unas conexiones que pueden resultar extremadamente complejas ya que están sujetas a las diversas configuraciones biológicas y socioculturales de las personas participantes y de los entornos en los que aquellas se desenvuelven. Aquí radica, desde mi punto de vista, el mayor obstáculo a la hora de construir teorías pedagógicas fuertes, esto es, que tengan un alto poder explicativo y predictivo en lo que se refiere a la conexión entre la enseñanza y el aprendizaje. Ésta es también una de las razones que explica la mayor difusión y desarrollo, por un lado, de las teorías o modelos centrados en la didáctica, sea general o específica y, por otro, de las teorías o modelos centrados en el aprendizaje; estos últimos elaborados, sobre todo, en el marco de la psicología. Una y otra – didáctica y psicología – se han focalizado, en general, de manera casi exclusiva sobre una de las incógnitas de la ecuación: la primera sobre cómo se enseña y la segunda sobre cómo se aprende.
Ha sido a partir de la década de los setenta del pasado siglo que la investigación ha empezado a buscar, cada vez más y de manera más profunda, estas conexiones. Son probablemente las ideas fundadoras de “artefactos” y “mediadores” del aprendizaje y, especialmente, la de “zona de desarrollo próximo”, elaboradas por Vigotsky y sus seguidores, en el marco de la denominada teoria sociocultural, las que han posibilitado este cambio.


La ecuación pedagógica es de alta complejidad ya que resulta del encuentro entre personas que disponen de patrones psicofisiológicos y socioculturales propios de comportamiento en relación a sus formas de enseñar y a sus maneras de aprender. Unos encuentros que están, además, situados, esto es, que se producen en contextos físicos y socioculturales que configuran y determinan las características y las condiciones específicas de los mismos. Para acabar de introducir complejidad en la ecuación pedagógica hay que hablar del tiempo, el desarrollo y la evolución. Estos tres factores van a estar modulando continuamente la relación pedagógica, no sólo en lo que respecta a la morfología de los encuentros sino también a la de los propios patrones psicofisiológicos y socioculturales de comportamiento de cada una de las personas participantes en dicha relación.
La ecuación pedagógica, que se produce en el marco de las relaciones educativas, es dinámica y continuamente cambiante: dos personas – un profesional (enseñante o educador) y un participante (individual o colectivo) – se relacionan desde sus personales situaciones en el mundo, en un contexto sociocultural específico, com el objetivo de generar situaciones de aprendizaje que los cambien y transformen aquellas situaciones, en especial la de la persona o colectivo participante. Una transformación que, obviamente, suponga una mejora respecto la situación precedente.
Una instantánea de dicha ecuación nos ofrece perfiles que normalmente o salen movidos o están desdibujados y borrosos; precisamente, por efecto de los tres factores definidos: el momento temporal en el que se produce, el nivel de desarrollo de cada uno de los participantes y la propia trayectoria o historia evolutiva de la relación. Por eso me parecen tan peligrosos y han de ser tratados con tanto cuidado los diagnósticos educativos de personas, grupos, comunidades o países: porque no dejan de ser otra cosa que instantáneas que están cambiando en el mismo momento en el que las estamos viendo. No digo que no haya que hacerlas; simplemente que pueden resultar muy peligrosas como fundamento para decisiones pedagógicas, sobre todo a medio y largo plazo. En ningún caso hay que menospreciar el poder de la técnica para establecer trayectorias de vulnerabilidad, sean éstas de personas, grupos o comunidades.


La enseñanza y el aprendizaje son interdependientes en la ecuación pedagógica. Desde mi punto de vista, las primeras no tienen sentido ni en general ni en abstracto. Se podría decir que el aprendiz puede no necesitar al enseñante o al educador pero lo que resulta del todo evidente es que estos últimos no pueden ni ser ni existir, de ninguna manera y en ninguna forma, sin aprendices.
La educación y la enseñanza adquieren todo su sentido en relación a alguien que está aprendiendo o quiere aprender en un lugar determinado y en un momento concreto. Por eso me parece adecuada la idea de la pedagogía como puzle, porque es necessário que encajen muchas piezas para resolver la ecuación pedagógica y, también, porque esas piezas pueden estar ubicadas en muchos y muy diversos lugares y tiempos.
Ya sabemos a dónde quiere y pretende llegar cualquier teoría pedagógica: al aprendizaje y, como subproducto, a la mejora de la calidad de vida de aquel o aquellos que aprenden. Una teoría pedagógica es un puzle al que le faltan piezas. La teoría pedagógica no puede tenerlas todas, no tiene capacidad para completar el puzle por sí sola. Las piezas que faltan las tienen los sujetos. Siempre es la persona en su proceso de transformarse en sujeto quien elige y completa el puzle pedagógico.
Una teoría pedagógica es siempre, por definición, incompleta e incierta porque sólo se actualiza al encarnarse en los sujetos y en la situación particular que están viviendo en el momento de encarnarse. De ellos depende, fundamentalmente, que la teoría sea fuerte, esto es, apropiada y eficaz para generar los aprendizajes que buscan, quieren o necesitan. Si son capaces de incorporar las piezas que faltan en los lugares que les corresponde y el conjunto muestra una imagen coherente, esto es, significativa para la persona, el grupo o la comunidad que aprende, la teoría pedagógica habrá demostrado ser una teoría fuerte. Una teoría pedagógica fuerte es aquella capaz de generar escenarios en los que muchos sujetos son capaces de encajar las piezas y el resultado final, el puzle pedagógico, muestra una imagen coherente y significativa para aquellos que lo construyen.

Xavier Úcar
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Edição:

Edição N.º 202, série II
Inverno 2013

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