Página  >  Edições  >  N.º 166  >  La participación ciudadana, el espacio público y la comunidad

La participación ciudadana, el espacio público y la comunidad
Participación y espacio público son conceptos muy presentes en los diferentes discursos que llenan nuestra cotidianeidad. Son dos términos que están de moda. La versatilidad de usos y significados que ambos manifiestan los ha vinculado a numerosas disciplinas bajo formas muy diversificadas. Una y otro se tratan desde los campos de la política; la sociología; la antropología; la educación; la arquitectura; el urbanismo y la salud. Y, una y otro, han sido caracterizados como valores; estrategias; instrumentos; expresiones; discursos; prácticas o, en general, como derechos y deberes. Desde todos esos ámbitos y bajo todas esas formas, la participación y el espacio público nos interpelan y tratan de implicarnos -en tanto que ciudadanos y ciudadanas- en aspectos muy diversos de la vida social.
La participación es una acción que, en el seno de una comunidad, nos vincula y nos pone en relación con los otros. Lo que caracteriza a la participación es la posibilidad de un reconocimiento mutuo entre personas, más allá de si nuestras relaciones son conflictivas, armónicas, competitivas o de colaboración. La participación da forma a nuestras experiencias y contribuye a configurar las características específicas de las comunidades en las que nos desenvolvemos. Las acciones que hacemos o dejamos de hacer en relación a los otros, en nuestra vida cotidiana, configuran el ser de la colectividad y repercuten, al mismo tiempo, en nuestra propia manera de ser y de actuar; en nuestra personalidad y nuestros comportamientos.
El potencial de cambio y de transformación de la participación es bidireccional: actúa sobre la identidad personal y sobre la colectiva. La participación es consustancial con la vida en sociedad. De hecho, es a través de la participación -en las diferentes comunidades que configuran el mapa de nuestra sociabilidad- como nos hacemos seres sociales. La participación es un mecanismo de aprendizaje de lo social y resulta un elemento clave para posibilitar la integración de las personas en los grupos y en las comunidades.
Algunos autores caracterizan la participación diciendo que es toda acción dirigida a influir directa o indirectamente en la política. Pero creo que, desde una perspectiva educativa, es preciso ir más allá. Hay que pensar la participación como un mecanismo no vinculado únicamente a las relaciones con otras personas sino también y sobre todo, a los procesos particulares de construcción y reconstrucción de la propia identidad en el marco de dichas relaciones.
La participación es un medio ?instrumento- que posibilita, más allá de lo que se ha comentado en relación a la identidad, unas democracias sostenibles y dinámicas pero es también un valor en sí misma ?fin- considerada como derecho democrático y de ciudadanía.
Dice Augé (1995) que un lugar ?un espacio público- se constituye como tal solamente cuando se halla habitado por identidades y relaciones. Los espacios en los que ni unas ni otras pueden darse son nolugares. La participación se produce en los espacios que compartimos con los otros. Unos espacios que son físicos y socioculturales pero que son también, y lo serán aún más en el futuro, virtuales. Es en estos marcos ?lugares- en los que nuestra participación crea y recrea de manera continúa las identidades personales y colectivas; el sentido y la vivencia de la comunidad y la ciudadanía.
Nos solemos referir al espacio público de una manera genérica e indiferenciada. Pero existen espacios de muchos tipos y no es lo mismo hablar de una plaza pequeña que de un parque ni de un barrio ubicado en la cima de una colina que de uno totalmente llano. Existen toda una serie de factores físicos y socioculturales que condicionan la forma en que usamos y vivimos los espacios públicos de una comunidad. Hay lugares en los que los usos que les damos se ajustan claramente a la función que le asignaron sus diseñadores. Hay otros, sin embargo, en que son las propias configuraciones sociales ?tipología de personas, de relaciones y de tiempos- las que determinan unos usos que no tienen nada que ver con los inicialmente previstos.
La diversidad de espacios públicos y de las posibles configuraciones sociales de uso, hace que existan, también, diferentes maneras de diseñarlos, mantenerlos, dinamizarlos y, en general, de usarlos. No hay normas generales universalmente válidas. Participación y espacio público son dos realidades interdependientes y complejas que resisten planteamientos rígidos o simplistas y que requieren, en cada caso, un abordaje singularizado y un análisis cuidadoso y ?sobre todo- ampliamente participado de aquello que cada comunidad quiere hacer; que significa, en definitiva, de aquello que cada comunidad quiere ser.
Uno de pensadores más lúcidos de nuestro tiempo, Bauman, sintetiza de una manera muy acertada, las ideas que hemos estado tejiendo. «Lo que está en juego ?apunta- es la reconstrucción de un espacio público (cada vez más desierto en la actualidad) en el que los hombres y las mujeres puedan participar en una traslación continúa entre lo individual y lo colectivo, entre los intereses, los derechos y los deberes de carácter privado y los de carácter comunal».

  
Ficha do Artigo
Imprimir Abrir como PDF

Edição:

N.º 166
Ano 16, Abril 2007

Autoria:

Xavier Úcar Martínez
Dpt. Pedagogía Sistemática i Social. Universitat Autónoma de Barcelona
Xavier Úcar Martínez
Dpt. Pedagogía Sistemática i Social. Universitat Autónoma de Barcelona

Partilhar nas redes sociais:

|


Publicidade


Voltar ao Topo