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Profesores duplicados, en versión metafórica

Podremos justificar en los contradictorios propósitos que suelen asociarse a las prácticas educativas, dentro y fuera de la escuela, con dos tendencias bien definidas: de un lado, la que nos muestra su clara predisposición a imitar, perpetuar y legitimar el ?orden? existente, mostrándose insensible hacia las profundas desigualdades en las que se asienta; de otro, la que nos desvela el inexcusable papel de la educación como un factor clave a la hora de innovar y cambiar las realidades sociales, abriendo el pensamiento y la acción a un amplio abanico de valores y perspectivas.

En su último libro publicado en español, el escritor y pedagogo francés Daniel Pennac, narra las peripecias de un dictador agorafóbico (temeroso de las multitudes y las concentraciones públicas) que decide contratar a un doble que le sustituya antes de abandonar su país para instalarse en Europa, donde dejará numerosas huellas, aunque muy pocas dignas de hacer memoria. A este doble, al que se alude como un ?sosias?, lo sustituirá otro, al que prolongan cinco o seis dobles más, que el autor va retratando con mayor o menor detalle desde su hamaca, incorporado al relato como un protagonista más de la novela, cuyo trasfondo - real e imaginario a un tiempo - nos sitúa en Teresina, capital del Estado brasileño de Piauí, al que describe como ?demasiado pobre para que sirva nunca de marco a una fábula sobre el poder?.
En este escenario, Pennac apela al humor como una forma ética de censurar las miserias de un mundo opresivo y tenebroso, en el que irán emergiendo episodios y vivencias que muestran la permanente necesidad que sienten los personajes para hacerse con otros papeles, en otros espacios, bajo otros cielos..., movidos por la ambición y el atrevimiento que subyace a sus intrigas y deseos. Asimismo, por la búsqueda ?menos fácil? de un lugar en el que crezca la felicidad, la esperanza y la justicia.
Podemos asimilar el ?territorio de metáforas? en el que nos sumerge Pennac a la escuela (y, por ampliación, al sistema educativo), y a su viejo afán por reproducir vidas, sociedades y culturas, contando con la inestimable colaboración de los profesores. Es posible que se trate de una comparación atrevida y hasta desafortunada, cargada de subjetividades e inconsistencias, ya que nada o muy poco del libro de Pennac la sugiere explícitamente, más allá de las alusiones que realiza al aprendizaje de la escucha, al peso de la memoria o a la voluntad de transfigurarse que anima a los ?dobles?, especialmente a aquel que emigra a Hollywood fascinado por las imágenes cinematográficas de las que son portadores algunos ?convidados? de renombre, como Rodolfo Valentino o Charles Chaplin. A lo que podría añadirse el hecho de que todos los ?dobles? desempeñarán su papel a la perfección, manteniéndose en un rol que obliga a los ciudadanos a que no se salgan del suyo.
Creo, no obstante, que hay razones que permiten establecer ciertas analogías entre el argumento al que se remite ?el dictador y la hamaca? (Mondadori, 2003) y el universo de la educación, con especial énfasis en el quehacer docente y la ética. Y que, de un modo u otro, podremos justificar en los contradictorios propósitos que suelen asociarse a las prácticas educativas, dentro y fuera de la escuela, con dos tendencias bien definidas: de un lado, la que nos muestra su clara predisposición a imitar, perpetuar y legitimar el ?orden? existente, mostrándose insensible hacia las profundas desigualdades en las que se asienta; de otro, la que nos desvela el inexcusable papel de la educación como un factor clave a la hora de innovar y cambiar las realidades sociales, abriendo el pensamiento y la acción a un amplio abanico de valores y perspectivas. En este juego antagónico, por la complejidad y las responsabilidades que encierra, cómo se posicionen los profesores, aquello que emprendan y hagan, pero también lo que dejen de hacer en función de un determinado juicio o criterio ético (y no sólo estrictamente profesional o técnico), son cuestiones esenciales.
Por estas y otras razones, aceptamos que los profesores pueden o podemos serlo de diversas maneras, aunque muchas de ellas consistan en poco más que ?duplicar? como lo son o han sido otros docentes, repitiendo sus contenidos, metodologías, actitudes, comportamientos, gestos, composturas, etc. a los que se toma como modelos o patrones de referencia. Que esto pase explica la existencia de un considerable volumen de profesionales de la educación que desempeñan su labor adaptando, imitando o emulando lo que hacen otros, favorecidos y hasta legitimados por la proliferación de prácticas pedagógicas que invitan a ello, con el aliento que le otorgan ciertos tipos de formación inicial y/o continuada, para los que ningún profesor deberá ser muy distinto de los ya existentes. Tal vez, aunque no se diga explícitamente, con la intención de que el relevo generacional de los docentes se produzca con sosiego, a imagen y semejanza de lo conocido, sin que nada cambie sustancialmente.
Lo paradójico es que en sociedades tan acomodaticias como las nuestras, esto acabe juzgándose como un signo de bienestar y progreso. Cuando es así, el problema no reside tanto en que los profesores se dupliquen y multipliquen ad infinitum conforme a unas determinadas señas de identidad. Lo objetable, desde una lectura ética, es que suceda apelando a los dictados de cualquier Reforma o promesa de calidad en la educación; es decir, de un pretendido cambio a más y mejor, cuando habitualmente nos quedamos en simples ?duplicados?. La obra de Saramago, con rostro y perfil humano, está llena de advertencias sobre el dramatismo que encierra verse en la situación.


  
Ficha do Artigo
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Edição:

N.º 131
Ano 13, Fevereiro 2004

Autoria:

José Antonio Caride Gómez
Professor Catedrático de Pedagogía Social, Univ. de Santiago de Compostela
José Antonio Caride Gómez
Professor Catedrático de Pedagogía Social, Univ. de Santiago de Compostela

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