Página  >  Opinião  >  La generación del yo-yo y del ya-ya

La generación del yo-yo y del ya-ya

La denominación “yo-yo” hace referencia a ese egoísmo exacerbado de algunos niños y jóvenes que se consideran el centro del universo. Todo lo demás ha de girar a su alrededor. Yo, mi, me, conmigo. Esos son los lemas de su vida. Los principios que rigen su filosofía.
Cuando era estudiante de bachillerato, el profesor presentaba una máxima en el encerado cada semana. En una ocasión, escribió: “Lo mejor y lo primero, para mi compañero”. Un espabilado, digno de pertenecer a la generación que describo, corrigió: “Lo mejor y lo primero para mí, compañero”. Es la consigna que preside sus actitudes, sus pensamientos y sus acciones.
Sin haberse ganado nada creen merecerlo todo. Quienes les rodean, tienen que estar a su servicio porque ellos solo tienen derechos, no obligaciones. Padres y profesores son sus criados, sus sirvientes.
Los primeros les entregan cosas (comida, ropa, dinero, diversiones, cuidados...); los segundos, les dan conocimientos y estrategias. Y todos, afecto. Pero ellos no tienen que dar nada. Nada que no les reporte un beneficio posterior. Porque practican a la perfección la máxima latina “do, ut des”.
No hacen la cama, no ponen la mesa, no cuelgan la ropa, no limpian la casa, no recogen las cosas. Exigen dinero, buscan comodidad y se enfadan cuando no les compran lo que desean o les perturban con exigencias la tranquilidad... Dice el jansenista Pascal que “la naturaleza del egoísmo consiste en no amar más que a uno mismo”.
Cuento, para referirme a esa actitud individualista extremada, la anécdota de una madre que pide limosna con su hijo. En un momento determinado ella le dice a su vástago:
– Hijo, qué pena esta vida, tener que pedir limosna, con la ver- güenza que da pedir, con la insolidaridad que hay. Unas veces hace mucho frío, otras muchísimo calor...
El hijo escucha atentamente las palabras desoladas de su madre y le dice:
– Mamá, tú no te preocupes por mí, porque estoy seguro de que el día de mañana yo voy a ser multimillonario y tú, mamá, ya solo tendrás que pedir para ti solita...

Recuperar la cordura educativa. La generación del yo-yo es también la del ya-ya, es decir la que se caracteriza por mantener una actitud de urgencia en la satisfacción de los deseos. Quiero esto y lo quiero ya. Mañana o pasado mañana son conceptos temporales insoportables a la hora de tener lo que quieren. Para Reyes? Eso es como para otra vida. Para el próximo curso? Es como decir para después de la eternidad. No. Para ellos y ellas solo hay ahora. Solo existe la inmediatez.
Por qué esta configuración psicológica egoísta? Pienso en algunas causas. Esos dos rasgos nacen de la ausencia de resistencia a la frustración. Los militantes de esa generación del yo-yo y del ya-ya no son capaces de recibir un no como respuesta a una demanda. Otra causa es la intransigencia. No hay diálogo y negociación posible. No hay razonamiento válido. No se acepta ni un mínimo aplazamiento. Quieren esto, aquí y ahora. No importa el precio, no importa la dificultad, no importa la conveniencia.
La tercera causa es el síndrome acumulativo. Haberlo conseguido una vez no solo no calma el impulso, sino que lo retroalimenta, de tal manera que se convierte en un hábito. Mencionaré una última causa, entendiendo que puede haber muchas otras: el mundo de la publicidad se caracteriza por la instantaneidad. Esto está de moda, pero dentro de un momento ya no lo estará. La publicidad empuja a la compra inmediata, a la satisfacción automática del deseo. Todo es aceleración en el mercado.
La escuela y la familia también ponen su granito de arena rebajando la exigencia y aceptando unos comportamientos, unas indumentarias y unas actitudes carentes de respeto y de consideración. La permisividad y la sobreprotección como reverso de la exigencia.
Hay que recuperar la cordura educativa. Sin esfuerzo, sin exigencia, sin capacidad de soportar la frustración, nuestros hijos y alumnos encontrarán muchas dificultades insuperables en la vida. Acostumbrados a satisfacer deseos y caprichos no van a saber hacer frente a las dificultades. Si de verdad les queremos, tendremos que poner límites, decir que no muchas veces y recordarles, de forma teórica y práctica, que tienen obligaciones y no solo derechos.

Miguel Santos Guerra


  
Ficha do Artigo
Imprimir Abrir como PDF

Partilhar nas redes sociais:

|


Publicidade


Voltar ao Topo