La noción de integración surge como superadora de las nociones de aculturación o asimilación, donde se suponía que el grupo minoritario iba a perder sus rasgos característicos al insertarse en una sociedad mayoritaria. Así, se asume que en el proceso de integración se produce un intercambio más horizontal y recíproco, donde el grupo minoritario y el mayoritario colaboran y se enriquecen mutuamente.
En el campo actual de la educación se ha fortalecido el uso del concepto “integración” para dar cuenta de nuevos modos de establecer vínculos entre los grupos mayoritarios (o desmarcados) y aquellos grupos considerados como minorías (ya sean autóctonas, como el caso de los pueblos indígenas para los países latinoamericanos) o alóctonas (como los migrados desde África, Asia y América a los países europeos). En el «Diccionario de relaciones interculturales. Diversidad y globalización» (Universidad Complutense, 2007), Gunther Dietz señala que la noción de integración surge como superadora de las nociones de aculturación o asimilación, donde se suponía que el grupo minoritario iba a perder sus rasgos característicos al insertarse en una sociedad mayoritaria. Así, se asume (idealmente) que en el proceso de integración se produce un intercambio más horizontal y recíproco, donde el grupo minoritario y el mayoritario colaboran y se enriquecen mutuamente de los conocimientos culturales y lingüísticos de los todos. Sin embargo, el paradigma de la integración se sustenta en la ficción de la igualdad de posibilidades socio-económicas que tienen los colectivos para participar activamente en los procesos de creación y transmisión de conocimientos, bienes y derechos (como aquellos vinculados a las esferas de la salud o la educación). Los críticos de este modelo han señalado la marcada desigualdad que caracteriza a las sociedades capitalistas, la cual se expresa en diferentes posiciones y posibilidades de interlocución. Dietz recupera los planteos de Adrian Favell para indicar que el Estado-nación, en tanto entidad con gran capacidad de articulación de políticas públicas, se posiciona como receptor de las minorías, a las cuales debe hacerles un lugar “público” a través del establecimiento de determinadas medidas que se convierten en “filosofías públicas de la integración”.
UN NICHO FÉRTIL. Tales filosofías públicas se erigen a partir de visiones del mundo y representaciones de la realidad ligadas a contextos históricos particulares, encontrándose también fuertemente institucionalizadas. Estas filosofías públicas de la integración son producto y productoras de una contradicción que las caracteriza: mientras sus postulados indican que la política de la integración persigue la consecución de una inserción social en términos de mayor igualdad, en la práctica se ha demostrado que el medio para llevar a cabo la integración suele ser la hipervisibilización (y en muchos casos la estigmatización) de los sectores considerados diferentes. Desde la Antropología esta situación de contradicción entre los fines y los medios de los sistemas de integración ha sido abordada como la continuidad de un estilo de gobernanza que, tras el interés de permitir el acceso de mayor cantidad de población a los bienes y servicios estatales, esconde la intención de disciplinamiento, poder y desestructuración de los modos ‘otros’ de hacer frente a las necesidades humanas. Los antropólogos han encontrado en la “formulación de políticas de inclusión” un nicho fértil en el cual realizar preguntas (situadas y contextuales) sobre las visiones de sociedad – implícitas y/o explícitas –, que son proyectadas por los paradigmas vigentes, como el de la integración de las minorías. El estudio antropológico de la formulación de políticas públicas aparece como un campo sugestivo, desde el cual indagar el modo en el que los poderes estatales imaginan y construyen a los otros del Estado nación, es decir, brindan un corpus de información acerca de quiénes son y cómo piensan los gestores de políticas públicas, y los modos en que ellos imaginan que deben darse los vínculos entre individuos y colectivos en sociedades compuestas por diversos segmentos de población. El análisis de los modelos de integración es útil para entender cómo se crean y se recrean ideas hegemónicas sobre los “otros”. De igual manera, desde la Antropología de la Educación y la etnografía se puede conocer las formas en que las poblaciones “destinatarias” de las políticas educativas de integración (re)elaboran significados múltiples de tales iniciativas, apropiándose de ellas y rediseñándolas en base a sus propios fines y objetivos.
María Macarena Ossola
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